El psiquismo es el conjunto de
manifestaciones de la mente humana que se organizan de un modo particular, a esta
organización se la llama estructura de la personalidad.
El psiquismo fue estudiado por
Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis.
El psicoanálisis comenzó con el
tratamiento de una mujer que era paciente del médico Joseph Breuer. Freud, que
era su discípulo, la llamó Anna O. en sus escritos. Esta mujer sufría una
parálisis en su brazo y pierna derecha, nauseas, dificultades en la visión y
ausencias. A partir de estos síntomas fue diagnosticada como histérica.
La histeria en esa época era poco comprendida y muchos médicos pensaban
que los pacientes fingían sus síntomas. Breuer le aplicó un tratamiento nuevo
en esos casos, la hipnosis. Al hipnotizarla la paciente pudo recordar hechos de
su pasado que había olvidado, contó que su padre enfermo a quien ella cuidó
unos días antes de morir le preguntó la hora, ella miró el reloj con los ojos
llenos de lágrimas y no pudo ver bien la hora. Al recordar esto su problema de
la visión desapareció.
Esta paciente denominó el método
empleado en su terapia talking cure (método de la conversación).
Breuer concluyó que los síntomas de
Anna O. estaban causados por acontecimientos traumáticos del pasado y que el
recuerdo de esos sucesos tenía sobre ella un efecto catártico. El tratamiento
logró que los síntomas desaparecieran, pero surgió una complicación, la
paciente se había enamorado del médico y demandaba constantemente su atención,
lo que producía los celos de su esposa. Puso fin al tratamiento y Anna sufrió
un embarazo imaginario; se había producido lo que tiempo después Freud
describiría como transferencia.
Breuer le cuenta a Freud sobre este
caso, y así Freud comenzó a utilizar el método de la talking cure con sus
pacientes., que luego se va a llamar asociación libre.
Freud planteó que la emoción
contenida luego de vivir un hecho traumático se expresaba a través de síntomas,
y los llamo síntomas neuróticos. Estos hechos no eran recordados por los
pacientes, solo aparecían los síntomas. Al principio se los hacía recordar mediante
la hipnosis, pero luego este método fue abandonado, porque con el tiempo
reaparecían algunos síntomas; y se comenzó a trabajar con un método que dio
mejores resultados, la asociación libre. Se analizaban a través
de este método los actos fallidos y los sueños.
Este método permitía conocer los
fenómenos del inconciente. La instrucción para utilizar la asociación
libre es instar al paciente para que diga todo lo que se le ocurra en relación
a una palabra, un recuerdo, color, o simplemente hablar de lo que quiera en una
sesión. Nada es insignificante ni arbitrario. En el tratamiento, después de
asociar libremente, el individuo reflexiona sobre lo que ha dicho, guiado por
el terapeuta.
El análisis de los sueños es el
camino más importante hacia el inconciente, tienen un sentido que puede ser
descubierto en el tratamiento psicoanalítico.
En su primera teoría del aparato
psíquico Freud distingue tres niveles de conciencia: conciente, preconciente e
inconciente.
El nivel conciente está
formado por percepciones y recuerdos que están presentes.
El nivel preconciente está
constituido por pensamientos y recuerdos que no están presentes en nuestra
memoria, pero que se pueden recuperar, por ejemplo un número telefónico.
El nivel inconciente está
compuesto por vivencias que fueron olvidadas, por deseos o impulsos reprimidos
que no llegan a la conciencia.
Entre el preconciente y el
inconciente opera la censura, cuya función es la represión de los deseos e
impulsos. La censura solo se relaja relativamente durante el sueño, lo que
permite que los deseos reprimidos se expresen en el, aunque de manera
disfrazada.
En su libro “El yo y el ello” Freud
planteó su segunda teoría del aparato psíquico, en la que afirma que la
personalidad tiene una estructura que comprende tres instancias: el yo, el ello
y el superyó.
El ello incluye a los deseos y necesidades
básicas que nos motivan. Opera de acuerdo con el principio de placer, que
dirige la conducta hacia todo lo que puede ser gratificante para el ser humano.
El yo intenta satisfacer las demandas que
provienen del ello de un modo realista, tomando en cuenta la realidad externa y
no solo las propias necesidades. A diferencia del ello, que obedece al
principio del placer, el yo obedece al principio de realidad, que hace que a
menudo se deban posponer la realización de los deseos. En lugar del proceso
primario opera el proceso secundario, que incluye las habilidades de
razonamiento que ayudan a un individuo a distinguir entre lo real y lo
imaginario.
El superyó representa los valores, los ideales
y las normas morales que el individuo ha internalizado a partir de su vida en
sociedad. Conforme internalizamos las enseñanzas de nuestros padres y de la
sociedad, las recompensas y los castigos que durante la niñez provenían de
otros, surgen después desde el mismo sujeto. Como resultado de la actividad del
superyó, sentimos culpa cuando desobedecemos normas morales.
El superyó opera a través de dos
subsistemas: la conciencia y el ideal del yo. La primera se refiere a la
capacidad para evaluarse a uno mismo, para la autocrítica. Por su parte el
ideal del yo es la imagen de sí misma que la persona aprueba para sí. Incluye
todo lo que pensamos que deberíamos ser y como deberíamos alcanzarlo.
En la personalidad adulta que se ha
desarrollado adecuadamente, el yo controla tanto al ello como al superyó,
mediando entre las demandas de ambos y las exigencias del mundo exterior. Sin
embargo, el desarrollo no siempre se cumple de manera óptima, por lo que el yo
termina agobiado por el ello y el superyó. Uno demanda satisfacción de los
deseos, necesidades e impulsos, y el otro impone prescripciones rígidas acerca
de cómo y en qué medida deben satisfacerse los deseos.
Como vemos, la descripción que hace
Freud de la personalidad es la de una estructura dividida, que debe enfrentar
fuerzas que necesariamente entran en conflicto.